“Una sociedad basada, no en la raza, sino en el mérito; y en que se reconoce la existencia de solo dos géneros: femenino y masculino”. Esta declaración fue parte del discurso inaugural del ahora reelecto presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en la asunción de mando de uno de los países más poderosos del mundo.
Bajo ese mismo concepto el dos veces electo presidente, ha anunciado la suscripción de decretos ejecutivos para excluir a los hombres de los deportes femeninos (un fenómeno que se ha estado permitiendo en detrimento de los verdaderos derechos de las mujeres); y para prohibir el tratamiento de “cambio de sexo” (algo biológicamente imposible) a menores de 19 años.

Todo esto por cierto representa un duro revés al avance de la ideología de género que ha exacerbado los ánimos en los acérrimos defensores de esta agenda totalitaria que pretende resquebrajar los valores de la libertad de expresión, la libertad de creencias, y la propia democracia. Y es que esta ideología no solo contraviene la ciencia que reconoce desde el ADN la existencia de solo dos sexos, sino que promueve la mutilación de órganos sanos con la comparsa del Estado y de los medios de comunicación hegemónicos, todo esto con el perjuicio de transferir cada vez más recursos a la Agenda 2030 de la ONU antes que a los “objetivos de desarrollo” que cada país debería ser libre de perseguir, de acuerdo a su realidad.

Por todo lo expuesto, considero que el enfoque del señor Donald Trump, al igual que el de Javier Milei en Argentina es el enfoque correcto; y en línea con ello desde mi despacho parlamentario he presentado el proyecto de ley 10082/2024 que define el término “género” en el art 191 nuestra Constitución y modifica los artículos 3 y 5 de la «Ley de Igualdad de Oportunidades entre Mujeres y Hombres». Mediante esta ley se busca que la palabra “género” esté referida únicamente a hombres y mujeres, pues no podemos seguir permitiendo que bajo la distorsión de dicha palabra se emitan normativas y políticas públicas, especialmente desde el Ministerio de la Mujer, que ha venido introduciendo conceptos ideológicos de contrabando como el “enfoque de género”, “equidad de género”, con el claro propósito de ensanchar los bolsillos de las ONG progresistas. Este contubernio del Estado con las ONG para legislar al margen de lo que establece nuestra Constitución también es corrupción.

Muchos se preguntarán qué tiene que ver este asunto con necesidades reales como la seguridad ciudadana, y es que precisamente, los recursos y el tiempo que se invierte en la promoción de la cultura woke desde el Estado, debería ser más bien invertido en lo más elemental, por tanto, me reafirmo: “Género es Corrupción”.

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Columnista - Autor
Alejandro Muñante Barrios

Congresista de la República. Defensor a ultranza de la vida, la familia, la patria y la libertad. Somos #BancadaCeleste

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