LA OTRA GUERRA – GENOCIDIO SILENCIOSO

De acuerdo a la etimología, la palabra persona proviene del latín personare, el cual quiere decir “sonar a través de”. Asimismo, “persona” proviene de la voz griega “proposon” que significa “máscara”. De tal forma que, en estricto literal, nos damos a conocer, o sonamos, a través de una máscara. La persona humana está dotada de un revestimiento físico desde el inicio de su vida en la concepción, y se va desarrollando en el vientre materno hasta que nace.

En todo ese proceso, el nasciturus o concebido no ha dejado de pertenecer al género humano, así como tampoco mágicamente se convierte en persona humana a través del canal del parto, tal como algunos ideólogos insensatamente alegan. El concebido es un ser único, irrepetible, con ADN propio, con una vida independiente a la de su madre, aunque dependa de ella temporalmente en el claustro materno, y después de nacer, mientras va adquiriendo autonomía propia. Todos los seres humanos atravesamos este proceso temprano, cíclico de la vida humana.

Sin embargo, en los tiempos actuales, el espectro político del progresismo tomando por bandera la presunta inocua defensa de la mujer a través del feminismo, ha venido adoctrinando a muchos con su ideología de seudo derechos humanos. Así, tenemos, por ejemplo: los acuñados “derechos sexuales y reproductivos”, los cuales no constan en ningún tratado internacional de derechos fundamentales firmado por el Perú, pero que se pretenden enseñar como educación sexual cual, si se tratara de una ciencia, invocándose, entre otros, como derecho humano, el aborto.

El lunes 21 de febrero pasado fue un día triste para la moral de nuestros países latinoamericanos. Muchos observamos perplejos cómo la Corte Constitucional de Colombia, el más alto colegiado de Derecho de nuestro hermano país, resolvía mediante sentencia C-355 de 2006, en votación de 5 contra 4, la despenalización del aborto, hasta las 24 semanas de gestación. ¡Esto es, hasta los 6 meses de embarazo!

De inmediato, pensamos en los que no tienen voz. En una guerra, la población inmersa no es culpable, en una gestación en condiciones difíciles de vulnerabilidad, el concebido no es culpable y tiene derecho a que se respete su vida. No respetar al otro, es perder la guerra.

¿Fue dicho fallo, un acto de justicia? Sus jueces responderán ante el tribunal supremo de sus conciencias, pero desde esta orilla les decimos: Justicia es el castigo severo para el agresor sexual, el auxilio al desvalido: al niño por nacer y su madre vulnerable; justicia es bregar por el acompañamiento, y el apoyo integral que una madre y su niño necesitan. Jamás apaguemos esos dos corazones.

Dicha sentencia no es justicia, es barbarie con máscara.

¡Salvemos las Dos Vidas!

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Columnista - Autor
Alejandro Muñante Barrios

Congresista de la República. Defensor a ultranza de la vida, la familia, la patria y la libertad. Somos #BancadaCeleste

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