Las inconductas del presidente de la República, Pedro Castillo, son repetitivas y con ello las sospechas de actos corruptos que es necesario esclarecer. Sin embargo, lejos de una actitud de enmienda, somos testigos de cómo el gobernante sale de Lima u organiza visitas sociales tanto con la fiscal de la Nación, Zoraida Ávalos, como con periodistas para pedir consejos.
El Presidente, por tanto, no sólo comete actos sospechosos de corrupción que es necesario investigar, sino que tiene una evidente voluntad de minimizar, esconder y negar sus “reuniones” en Palacio de Gobierno y en el palacio paralelo de Breña, con personajes mercantilistas oscuros que después, casualmente, ganan millonarias licitaciones para hacer obras con el Estado o consiguen beneficios tributarios negados por la ley.
Circula una fotografía del presidente con Zoraida Ávalos, que representa gráficamente cómo desde su alta silla de poder, la fiscal recibe a un Pedro Castillo que se sienta a su lado en un sofá de más baja estatura, en una posición que pareciera de súplica. Esta visita de cortesía se produce justo después de la investigación realizada por el programa periodístico ‘Cuarto Poder’, sobre las idas y venidas del mandatario en la casa de Breña, cubierto por las sombras de la noche y con gorra, en vez del sombrero.
Una visita a la fiscal, que es la única encargada de investigar al Presidente que, casualmente, rindió sus frutos cuando ésta no cumplió con su obligación, debido a los cólicos causados por cálculos renales que la llevaron a Emergencia. ¡Suerte del mandatario!
Pero no es la primera vez que Zoraida Ávalos muestra una imagen blanda sobre los inquilinos de Palacio, ante la opinión pública. Nadie se olvida de su amistad con el expresidente Vizcarra que, según investigaciones de la prensa independiente, data de mucho tiempo atrás y parece haber favorecido siempre al moqueguano. Ante los hechos sospechosos de corrupción de este gobierno, ella también ha permanecido al margen, callada; cuando su obligación era abrir procesos de investigación, de oficio, y manifestarlo ante los ciudadanos que esperan que sus autoridades cumplan con su deber. No solo la Fiscalía calla, sino también la Junta Nacional de Justicia, dando ambas muestras de su politización.
Eso de que nos parecemos a “un país bananero”, no solo es culpa de los gobiernos corruptos que se han sucedido; sino también de la conducta aparentemente cómplice de instituciones que deberían perseguir e investigar el delito, no empañarlo.