Hace más de 2000 años, el ser humano más extraordinario que piso esta tierra, Jesucristo, consumó el propósito para el que vino a este mundo: Perdonar nuestros pecados a través de su muerte, y darnos la vida eterna junto con Él en su resurrección. Este es el hito más importante en la historia de la humanidad, no por nada la historia se divide en un “Antes de Cristo” (A.C.) y “Después de Cristo” (D.C.).

La Semana Santa viene a recordarnos este paso de Jesús de la muerte a la vida, y la esperanza que esto representa para los hijos de Dios, pues si bien Cristo murió por el mundo entero, solo aquellos capaces de recibirlo, obtienen esta promesa del perdón de los pecados y la Vida Eterna.

Sin embargo, poco se sabe sobre la legalidad del proceso judicial de Cristo. Uno de los más conocidos estudiosos en la materia, el Doctor Roberto Miranda Moreno, Expresidente de la Sociedad Bíblica Peruano, nos cuenta en el libro que lleva el nombre de esta columna, sobre las irregularidades en el caso de Cristo, y vamos a señalar algunas de ellas:

Según el derecho judaico, el arresto de Cristo fue ilegal pues no lo arrestaron por ningún delito flagrante. De igual forma, se le juzgó de una manera sumarísima y con testigos falsos, fue detenido a medianoche y presentado a Herodes a las 8 de la mañana sin presentar evidencia de los cargos imputados. La supuesta blasfemia que habría cometido al reconocerse él mismo como el Hijo de Dios no era suficiente para merecer la pena de muerte, por lo cual se forzó la figura de “sedición contra el imperio”.

Luego sabemos que Poncio Pilato se lava las manos hasta en tres oportunidades, y creyendo tener una salida maestra presenta a Barrabás como contraparte de nuestro Señor Jesús para que se elija a quien de ellos indultar. Sin embargo, el pueblo optó por Barrabás, y Pilatos cedió a esta presión social de la casta “religiosa” judía.
Lo más inexplicable fue el modo de ejecutar la sentencia condenatoria, pues se ejecuta la pena capital romana -la crucifixión (elegida por la turba)-, y se desecha el apedreamiento –pena capital judía que era la forma de sancionar la blasfemia, y otros–. Por último, si bien Jesús vino para consumar su obra salvadora, legalmente no le habría sido posible presentar una apelación pues esta era prerrogativa solo de ciudadanos romanos.

Todos estos vicios procesales en el ordenamiento jurídico judaico y romano son palpables, no obstante Jesús logró su objetivo de instaurar el Reino de Dios entre nosotros, y hasta ahora y por siempre, el cielo y la tierra pasarán pero su Gobierno no pasará ¡jamás!

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Columnista - Autor
Alejandro Muñante Barrios

Congresista de la República. Defensor a ultranza de la vida, la familia, la patria y la libertad. Somos #BancadaCeleste

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